martes, 7 de octubre de 2008

Testificamos de Jesucristo

Por El Presidente Gordon B. Hinckley



El Redentor nació hace poco más de dos mil años en Belén de Judea. Siendo niño, fue llevado al templo de Jerusalén, donde José y María oyeron las maravillosas profecías por boca de Simeón y Ana sobre el bebé que estaba destinado a ser el Salvador del mundo.

Paso gran parte de su infancia en Nazaret de Galilea y llego a la edad adulta "crecia en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52). Juan lo bautizo en el río Jordán para"[cumplir] toda justicia" (Mateo 3:15). Ayunó durante 40 días y noches y sosportó las tentaciones de Satanás antes de empezar su ministerio público, tras lo cual anduvo enseñado, sanando y dando bendiciones.


El Gran Jehová


Jesús fue, en efecto, el gran Jehová del Antiguo Testamento, el que dejó las cortes reales de su Padre en lo alto y condescendió a venir a la tierra como bebé, nacido en las circunstancias más humildes. Isaías predijo

Su nacimiento siglos antes y declaró proféticamente: "Porque un niño no es nacido, hijo no es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Principe de paz" (Isaías 9:6).


El Salvador del mundo


Fue y es el Hijo del Todopoderoso, el único hombre perfecto que caminó sobre la tierra. Sanó a los enfermos e hizo caminar al cojo, ver al ciego y oír al sordo. Levantó a los muertos, pero aún así, estuvo dispuesto a entregar Su propia vida en un acto expiatorio, la magnitud del cual escapa a nuestra comprensión.

Lucas registra que Su angustia fue tan grande que "era su sudor como grandes gotas de sangre que caian hasta la tierra" (Lucas 22:44), una manifestación física confirmada en Libro de Mormón y en Doctrina y Convenios.

El sufrimiento en Getsemaní y en la cruz del Calvario, apenas a unos cientos de metros de Getsemaní, incluyó en lo temporal y lo espiritual, "tentaciones...dolor...hambre, sed y fatiga, aún más de lo que el hombre puede sufrir", dijo el rey Benjamin, "sin morir"(Mosiah 3:7).


Nuestro Señor Viviente


Este es el testimonio del testamento del Viejo Mundo, la Santa Biblia. Y aún hay otra voz, la del testamento del Nuevo Mundo: el Libro de Mormón. En él, el Padre presentó a su hijo resucitado diciendo: "He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre" (3 Nefi 11:7). Con esta presentación divina se inicia el relato del ministerio de nuestro Salvador entre algunas de Sus "otras ovejas" (Juan 10:16) tras Su ascención de Jerusalén.


La Piedra Angular


Él es la principal piedra angular de la Iglesia que lleva Su nombre: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No hay ningun otro nomber dado entre los hombres mediante el cual podamos ser salvos

Él es el autor de nuestra salvación, el Dador de la vida eterna. No hay quien se le compare; nunca lo ha habido y nunca lo habrá.


El punto central de nuestra fe


No sabemos todo lo que yace adelante; vivimos en un mundo de incertidumbre. Para algunos, habrá grandes logros; para otros desilusiones. Para algunos mucho gozo y alegria, buena salud y una vida holgada; para otros, quizas enfermedad y un grano de pesar.
Acudimos a Él en tiempos buenos o malos, y Él está allí, para darnos seguridad y aprobación.

Él es el punto central de nuestra adoración; Él es el Hijo del Dios viviente, el Primogénito del Padre, el Unigénito en la carne. Él "ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron" (1 Corintios 15:20).

Nadie tan grandioso ha caminado sobre la tierra; ningún otro ha hecho un sacrificio comparable ni otorgado una bendición semejante. Él es el Salvador y el Redentor del mundo......









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